domingo, 26 de julio de 2015

Éramos unos niños, Patti Smith (2010)

La siguiente historia, sin querer queriendo, también proviene desde Estados Unidos. Pero ahora es el turno de una mujer: la seca Patti Smith. Quizás más de alguno habrá oído hablar de ella, sin embargo, yo la conocí recién este año y todo gracias a una revista de papel cuché, en donde una escritora chilena decía que éste era un gran libro, y vaya que no se equivocaba. Lo busqué en librerías de Santiago y Valparaíso sin éxito, lo encargué a The book depository y estaba agotado, pero afortunadamente lo encontré en una librería en Temuco y fue una tarde muy feliz.

Primero, decir que Patti es una genia en el amplio sentido de la palabra: no sólo es escritora, sino también poeta, cantante, actriz, pintora, activista, uff… todo en una. Y en este libro es capaz de cristalizar todo su potencial en sinceras y sencillas prosas. Amé leer este libro, no sólo por la emotividad de sus líneas, sino también porque me recordó mucho a una amiga muy querida y vi su  historia de amor plasmada en esta obra.

Éramos unos niños (Just kids) no es una novela, sino un libro de memorias, y sus protagonistas son Patti y el célebre fotógrafo Robert Mapplethorpe, pero también lo protagoniza la encendida sociedad neoyorkina de los locos años sesenta y setenta. 

Patti y Robert <3

Este libro retrata la hermosísima –lo juro– historia entre Patti y Robert. Patti, una joven de 19 años proveniente de una familia pobre de un pequeño pueblo de Nueva Jersey, llegó a Nueva York con el sueño de ser artista; por su parte, Robert, hijo de la clase media conservadora norteamericana, ansiaba lo mismo. Ambos se conocieron de manera accidental en la gran ciudad, hecho que cambió para siempre el curso de sus vidas.  Sus personalidades, casi opuestas, se complementan de manera tal que ambos inciden permanentemente en sus posteriores obras; mientras Robert era más extrovertido y sociable, ella era más bien tímida y callada. A medida que transcurre el tiempo, Robert comienza a frecuentar personas y ambientes cada vez más glamorosos y sofisticados, sectores sociales que incomodaban a Patti, pues ella era una chica común y corriente de modales poco refinados. Me encanta la sinceridad con la cual expresa: “Mis modales en la mesa horrorizaban a Robert. Yo lo percibía en su modo de apartar la mirada y volver la cabeza. Cuando comía con las manos, le parecía que llamaba demasiado la atención, aunque él llevara sobre el torso desnudo varios collares de cuentas y un chaleco de piel de carnero bordado. Nuestros reproches solían dar paso a las risas, sobre todo cuando yo señalaba aquellas discrepancias. Mis modales no mejoraron nunca, pero su indumentaria atravesó algunas etapas extremadamente estrafalarias”.

Éramos unos niños relata el enrevesado peregrinaje de estos personajes, juntos y separados, pasando por todo tipo de dificultades: problemas económicos, prostitución y crisis existenciales, pero siempre unidos por el amor al arte. En un comienzo fueron pareja, luego amigos y compañeros de trabajo, por eso es difícil categorizar la relación entre ambos, ya que escapa a todo convencionalismo rompiendo las normas preestablecidas para el amor. Creo que ésta es la historia de un amor sin prejuicios, sin rencores ni rivalidades, en donde la comprensión y la complicidad eran lo fundamental. En definitiva, se trata de un amor para admirar pese a que ambos tuvieron posteriores parejas y terminaron por caminos separados.

Sin embargo, lo atractivo es que no estamos únicamente ante un libro que retrata esta entrañable historia de amor de sus protagonistas, sino también es un libro dedicado al arte. Éramos unos niños es una aproximación a lo que fue su camino hacia la fama y el éxito; en donde Patti nos cuenta lo que sucede antes de convertirse en las estrellas que fueron después, es decir, antes de convertirse en los artistas consagrados de hoy. La incesante sed de arte es uno de los principales tópicos de esta historia, pues se trata al mismo tiempo de una búsqueda de identidad y reconocimiento, algo indispensable para todo artista.

A punta de esfuerzo y perseverancia, Patti y Robert se fueron integrando al círculo artístico underground de Nueva York, aquel en donde imperaban las aventuras, las drogas duras y, sobre todo, el rock and roll. Lo interesante es comprender cómo estos dos jóvenes, provenientes de familias totalmente alejadas del mundo del arte, logran ingresar, con talento y creatividad, a ese selecto grupo social. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Allen Ginsberg y Andy Warhol son algunos de los artistas que solían frecuentar los protagonistas durante los agitados días en el mítico Hotel Chelsea; la autora narra diversas anécdotas vividas junto a ellos, en donde la imaginación era la invitada primordial. De este modo, el arte aparece como un refugio recurrente ante la soledad, pero también como modo de conocerse a sí mismos. Fuera de la academia y los tecnicismos, intentaron ser artistas: Robert en la fotografía, Patti en la poesía y la música. A lo largo de los años intercambiaron los roles de artista y musa, apoyándose mutuamente en el proceso creativo; siempre cómplices, no se separaron hasta alcanzar sus objetivos. “El muchacho que yo había conocido era tímido y tenía dificultad para expresarse. Le gustaba dejarse llevar, que lo cogieran de la mano para entrar sin reservas en un mundo distinto. Era masculino y protector, pese a ser femenino y sumiso. Meticuloso en su vestuario y modales, también era capaz de un desorden atemorizante en su obra. Sus mundos eran solitarios y peligrosos, y vaticinaban libertad, éxtasis y liberación”.

Este libro de Patti Smith nos hace reflexionar sobre el amor y el arte, ¡qué perfecta combinación! Estoy demasiado feliz de haberme cruzado con este pequeño tesoro. Éramos unos niños es definitivamente un libro que quiero volver a leer.


Portada del libro
Editorial: Lumen
Pgs: 304

domingo, 12 de julio de 2015

En el camino, Jack Kerouac (1957)

Daré inicio a este blog con el último libro leído: En el camino (On the road). Hace tiempo que tenía curiosidad por leer este libro, así que lo encargué a la grosa página de The Book Depository y demoró más o menos un mes en llegar a casa. La verdad es que empecé a leerlo hace algunos meses atrás y avancé unas cuantas páginas, pero no enganchaba con la historia, se me hacía pesada y confusa y ahí quedó. Sin embargo, decidí darle una segunda oportunidad después de harto tiempo sin tomarlo y así comenzar de cero. Creo que fue una buena decisión, porque la segunda vez que pesqué el libro no lo solté hasta terminarlo.

En el camino es un libro publicado originalmente en inglés el año 1957 por el escritor y poeta norteamericano Jack Kerouac (1922-1969). El libro, con marcado carácter autobiográfico, narra las andanzas del entusiasta Sal Paradise (el álterego de Kerouac) mientras recorre los Estados Unidos a bordo de autos y camiones ajenos, siempre en busca de nuevos estímulos  y amistades. La novela relata, en cinco apartados, los cinco viajes que realiza Paradise antes de 1951, y comienza con la llegada a Nueva York del extraño y misterioso Dean Moriarty (Neal Cassady en la vida real), el mítico hipster, un tipo loco que irradia mucha energía y que rápidamente seduce a Paradise. “Con la aparición de Dean Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera”. A lo largo del relato en primera persona de Sal Paradise nos internamos de manera intensa en la carretera, la cual representa un estilo de vida romántico y bohemio: sin restricciones, ni reglas, ni comodidades, pero sí mucha libertad y camaradería.  


En la vida real: (de izq. a der.) Neal Cassady y Jack Kerouac

A medida que avanzamos la lectura nos vamos encontrando con nuevos y estrafalarios personajes –como Chad King, Carlo Marx, Marylou, Tim Gray, Ray Rawlins, Elmer Hassel y Camille, entre muchísimos otros–, cuyas historias se entrelazan sucesivamente a lo largo y ancho del país –desde Nueva York, pasando por Chicago, Cheyenne, Denver, San Francisco, Texas, San Luis, hasta llegar a México DF. Y quizás a aquello se deba mi confusión inicial, puesto que eran demasiados nombres y lugares que recordar.

En el camino se articula, principalmente, a mi modo de ver, en torno a la intensa amistad que traban Sal y Dean. En toda la novela es posible apreciar el profundo sentimiento de admiración que Dean despierta en Sal, llevándolo a iniciar sus viajes en la carretera. Sal es un joven escritor que vive tranquilamente con su tía en Nueva York, mientras que Dean es un alocado vagabundo que ha pasado por distintos reformatorios y que acostumbra a robar autos; sin embargo, sus caminos se unen y desunen, y eso no lo olvidarán jamás. El amor que Sal siente hacia Dean es fiel, único, desinteresado, pero por sobre todo no correspondido: Sal es capaz de renunciar a todo para poder disfrutar de la carretera con Dean, pero éste llega a deshacerse de él en cuanto se le presenta la ocasión. "Tuve de pronto la visión de Dean, como un ángel ardiente y tembloroso y terrible que palpitaba hacia mí a través de la carretera, acercándose como una nube, a enorme velocidad persiguiéndome por la pradera como el Mensajero de la Muerte y echándose sobre mí. Vi su cara extendiéndose sobre las llanuras, un rostro que expresaba una determinación férrea, loca, y los ojos soltando chispas; vi sus alas; vi su destartalado coche soltando chispas y llamas por todas partes; vi el sendero abrasado que dejaba a su paso: hasta lo vi abriéndose camino a través de los sembrados, las ciudades, derribando puentes, secando ríos. Era como la ira dirigiéndose al Oeste. Comprendí que Dean había enloquecido una vez más". La amistad entre ambos personajes es el motor que hace andar a esta novela, porque ésta es también la evolución de una larga y extraña amistad.

Las casi cuatrocientas páginas de En el camino están colmadas de anécdotas, propósitos y despropósitos. Cada nueva página trae consigo una historia nueva y escenarios distintos. Creo que allí radica la particularidad de esta novela, pues es capaz de mantener nuestra atención sin la necesidad de narrar hechos demasiados extraordinarios, sino que lo hace mediante una novedosa forma de nombrar lo que todos conocemos.

En este sentido, debo señalar que me llama mucho la atención el singular estilo de escritura que utiliza Kerouac. Sin siutiquerías ni prosas rimbombantes, esta obra está escrita de manera espontánea y con un lenguaje muy coloquial, no olvidemos que intenta representar a toda una generación fuera de la norma norteamericana de ese entonces. A menudo, me encontraba con palabras o frases que no entendía del todo, y es que esta edición (de Anagrama) es española, por lo tanto, la informalidad original se transforma en informalidad española, no siempre entendible de buenas a primeras. Es importante mencionar que Jack Kerouac tardó solo tres semanas en escribir En el camino, un viaje que realizó durante casi siete años. De ahí que se pueda desprender esta sencillez en la escritura y la poca preocupación por el lenguaje estético.

En el camino ocupa un lugar muy importante en la literatura estadounidense. Estamos frente a un libro atrevido y turbador, en el cual la carretera aparece como escuela y como educación frente a la conservadora y exitista sociedad estadounidense de mediados del siglo xx. Estos jóvenes representan la respuesta de la dolida sociedad de la posguerra, aquella que intenta encontrar el sentido de la vida a través de actitudes y escenarios poco convencionales. A  través del relato van apareciendo y desapareciendo constantemente los suburbios y ‘extrañas’ costumbres de negros y latinos, retratados como formas de vida opuestas al American way of life, de las cuales los protagonistas se nutren y toman ciertos elementos. El retrato de lo feo y lo sucio de la sociedad estadounidense, a través de las drogas, el sexo y la pobreza, es uno de los elementos más poderosos de esta novela, pues intenta encumbrar una contracultura opuesta a la artificialidad y consumismo reinantes. Esta sensación de vacío es ilustrada en la siguiente cita: “Y quería ser negro, considerando que lo mejor que podría ofrecerme el mundo de los blancos no me proporcionaba un éxtasis suficiente, ni bastante vida, ni alegría, diversión, oscuridad, música; tampoco bastante noche. Me detuve en un puesto donde un hombre vendía chiles en bolsas de papel; compré un paquete y me lo comí paseando por las oscuras calles misteriosas. Quería ser un mexicano de Denver, e incluso un pobre japonés agobiado de trabajo, lo que fuera menos lo que era de un modo tan triste: «un hombre blanco» desilusionado”. Viajes sin sentido en busca de algo: Dean como viaje y el viaje como libertad.


Portada del libro
Editorial: Anagrama
Pgs:396

miércoles, 8 de julio de 2015

Breve historia de este espacio

Para empezar, mi interés por los libros es un interés más o menos reciente. Durante mi época del colegio, nunca me sentí verdaderamente atraída hacia ellos: en su mayoría, los encontraba empalagosos, lateros, fomes; o simplemente no me hacía el ánimo, leyéndolos muchas veces a desgana. En mi casa se lee y harto. Mis padres siempre están con un libro en el velador y compartiendo sus lecturas. A mis hermanos, también, siempre les vi invertir en libros. Pero yo estaba aún lejos.

Cuando entré a la universidad, por la carrera que elegí, tuve que aprender a leer, o sea: tuve que aprender a comprender lo que estaba leyendo. Si no lo hacía moriría en el intento. Afortunadamente me crucé con un chiquillo que, sin darse cuenta, despertó en mí el cariño hacia los libros y la literatura; eternamente con un libro bajo el brazo y dispuesto a infinitas conversaciones… a ti, muchas gracias.

Mi relación con los libros deviene en algo mágico. Porque el repetido y fastidioso cliché es cierto: los libros son la mejor forma de desconectarse de la vida real. Son capaces de llevarnos a conocer nuevos lugares, guían posibles nuevas rutas y nos hacen querer ser amigos de entrañables personajes pero, sobre todo, abren nuestros ojos a nuevas culturas y experiencias. En definitiva, nos permiten comprender que existen pluralidades de vidas distintas, y eso es lo que más valoro.

Cuando termino de leer un libro queda esa sensación de vacío y curiosidad, es por eso que decido convertir esas sensaciones en aún más letras. Me ilusiona la posibilidad de comentar y compartir mis lecturas, es por eso que inicio este espacio para hacer reseñas (y no críticas) sobre los libros que leo. Este año he estado muy productiva, por tanto, tengo un montón de material para poder comenzar, y otro tanto en mi lista de libros por leer.

Que un libro no falte jamás en el bolso.




[Escribo para mí, para quien lea y para perder el miedo al ridículo]